En estos días en
que se ha elegido nuevo papa de la iglesia católica, tras la renuncia de
Benedicto XVI, se recuerda que el último antecedente de un hecho similar data del
siglo XV, cuando Gregorio XII
renunció al papado en 1415.
Precisamente Gregorio XIII, el papa que le sigue en
numeración con el mismo nombre aunque no cronológicamente, es conocido porque
durante su papado se reformó el calendario a finales del siglo XVI,
denominándose calendario gregoriano.
El anterior, el calendario juliano, establecido por
Julio César en el año 46 a . C., aconsejado por el astrónomo y
matemático egipcio Sosígenes, tenía un año de 365 días, y cada cuatro años (año
bisiesto) se sumaba 1 día, por lo que la duración media del año juliano era de
365,25 días, es decir, 365 días 6 horas.
En realidad esta
medición era bastante exacta para los medios que existían en la época, pues la
duración del año trópico o solar (tiempo transcurrido entre dos pasos sucesivos
del Sol por el equinoccio medio) es de aproximadamente 365,2422 días, que
equivalen a 365 días 5 horas 48 minutos 46 segundos. La diferencia entre las
dos mediciones es de sólo 11,232 minutos por año, es decir, 11 minutos 14
segundos.
En el Concilio de Nicea del año 325 se fijó
el momento astral en el que debía celebrarse la fiesta cristiana de la
Pascua , y
en relación con ésta las demás fiestas religiosas móviles. Se determinó que se
conmemorase la Pascua el domingo siguiente al plenilunio
posterior al equinoccio de primavera. Aquel año 325 el equinoccio había
ocurrido el día 21 de marzo, pero con el paso del tiempo la fecha del evento se
había ido adelantando debido al desfase que generaba el calendario juliano.
Uno de los acuerdos
del Concilio de Trento, celebrado
entre 1545 y 1563, consistía en ajustar el calendario para eliminar el desfase
producido y conseguir la regularidad del
año litúrgico. Esos más de 11 minutos contados adicionalmente en cada año
habían supuesto que ha finales del siglo XVI el error acumulado desde el año
325 era de aproximadamente 10 días.
En el año de 1582,
bajo los auspicios del papa Gregorio
XIII y tras consultar a eminentes científicos de la época, se reformó el
calendario que pasó a llamarse gregoriano. Se
decidió suprimir 10 días, los comprendidos entre el 5 y el 15 de octubre. Además
se suprimirían 3 días cada 4 siglos. Esto dio lugar a que los años finales de
siglo o años seculares sólo son
bisiestos si sus dos primeras cifras son múltiplos de 4. Así 1600, 2000 y 2400
son bisiestos, mientras que 1700, 1800 y 1900 no fueron bisiestos, y 2100, 2200
y 2300 no lo serán.
La medición del
calendario gregoriano es muy exacta. La duración media del año gregoriano es de
365,2425 días, es decir, 365 días 5 horas 49 minutos 12 segundos. Como sólo difiere
del año solar en 26 segundos, para que se acumule un desfase de 1 día tendrían
que pasar 3323 años.
Un dato curioso se
refiere a Santa Teresa de Jesús, que
murió en Alba de Tormes el lunes 4 de octubre de 1582, cuando volvía de fundar
un convento de carmelitas descalzas en Burgos, y fue enterrada al día
siguiente, es decir, el viernes 15 de octubre de 1582.
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